Mijail Tal
Mijail Tal (Foto archivo A.Gude) |
Un jugador de ajedrez que diga que el día más feliz de su vida fue el día que perdió ante Nezhmetdinov tiene que ser, por fuerza, alguien excepcional. Y esa fue, precisamente, la respuesta de Tal a un periodista yugoslavo.
Tal es el prototipo de ajedrecista que muere con las botas puestas. Hasta el último día de su vida le encantaba jugar en la forma que fuese: si no eran torneos, que fuesen rápidas, blitz y hasta partidas de café…
A fines de los ochenta, estaba tan deteriorado, tan lastimosa era su imagen que cuando, en Wijk aan Zee, un periodista lo saludó, le respondió: “Gracias.” “¿Por qué?” “Por reconocerme.”
Petrosian había hablado del carácter “estereotipado” del juego de Tal. Pero luego, en más de una ocasión se desvivió en alabanzas hacia el de Riga. Incluso admitió que lo consideraba un genio, el único genio contemporáneo suyo: “Un genio del ajedrez es alguien adelantado a su tiempo, pero esto sólo puede verse luego, mirando atrás. Pocos pueden ser calificados de genios: Morphy, Steinitz… quizá Tal. El gran maestro de Riga introdujo en el ajedrez algo que no fue plenamente entendido por sus contemporáneos. Lamentablemente, hemos tenido demasiado pronto la oportunidad de mirar atrás, con admiración, el extraordinario juego de Tal en su plenitud.”
Su último torneo internacional fue el de Barcelona, en mayo de 1992, cuando ganó, en la jornada final, una excelente partida a Akopian.
En los últimos días de su vida, ironía del destino, Tal estaba optimista respecto a su salud. Nana Alexandria lo entrevistó, en Tiflis, después de que el Mago hubiese ganado un torneo de rápidas en memoria de Tigran Petrosian.
−En esta ocasión, el motivo de tu visita no es solamente el ajedrez.
−Mira, problemas totalmente extraajedrecísticos a menudo se convierten en puramente ajedrecísticos. Desde luego, para jugar al ajedrez es preciso tener fuerzas para mover las piezas. Mi salud en los últimos tiempos era crítica. Por ejemplo, subir a un segundo piso era para mí algo parecido a escalar el Everest. En ese momento providencial apareció en el horizonte Milunka Lazarevic. Milunka decidió que debía encontrarme con el extrasensorial Magul Gordeladze. Sabrás que la energía de Milunka en sus objetivos de paz es comparable al torrente del Niágara. Arrastra toda resistencia, de modo que no me quedó más remedio que ponerme en contacto con el experto en temas extrasensoriales. Antes del encuentro con Magul yo era la viva manifestación del escepticismo hacia lo milagroso y lo mágico, y eso que, como recordarás, durante mucho tiempo me llamaron tanto brujo como hipnotizador… ¡Pero entonces yo sabía por qué era “un brujo”! En otras palabras, los curanderos milagrosos sólo me provocaban una sonrisa.
−Una sonrisa que, por lo que veo, sobra. ¿Qué más añadirías?
−No sé cómo expresarlo concretamente, pero lo que sí puedo decirte es que de un Tal absolutamente enfermo y debilitado me convertí en otro relativamente sano, que ya pudo volar a Oslo para participar en un torneo. Ahora, pues, ya creo en los milagros. El escéptico innato se ha reeducado.
En respuesta a la última pregunta de Nana, Tal aún tuvo la elegancia de dejarnos un apropiado mensaje:
−¿Qué es lo que no te agrada del ajedrez actual?
−La prensa, de cuando en cuando, arroja tierra sobre la ropa blanca. Por otra parte, quisiera decir que el ajedrez sigue siendo, antes que nada, un juego de caballeros. Quisiera que, además del tradicional apretón de manos al comienzo de la partida, supiésemos preservar entre todos el verdadero espíritu caballeresco.
Fue su última entrevista. Poco después, moría, en Moscú, el 28 de junio, con apenas 55 años. Una vida intensa, cargada de excesos y de pasión por el ajedrez.
El veteranísimo Samuel Reshevsky pronunció entonces una frase memorable: “Sólo hay un Mijail Tal en el mundo.” Y lo dijo en presente, pues está claro que Tal pervive entre nosotros.