La actual situación de pánico social por el coronavirus recuerda, en ajedrez, a esas posiciones en las que un jugador se enfrenta a un riesgo y no tiene claro como actuar, pero además adolece de cierta experiencia que le impide gestionar adecuadamente sus emociones, y superar o capear la situación.
Hace escasamente unos meses, tras el cierre de colegios, eventos, clausura de actos sociales y fomento del teletrabajo para evitar el contacto entre personas, se desató una situación de histeria colectiva: compras compulsivas, desabastecimiento de algunos productos, uso de medidas profilácticas ineficaces (que rozaban lo absurdo en ocasiones), y una suerte de construcción de un día de mañana apocalíptico que incluso podía perjudicar la solución del problema.