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24 agosto 2022

El ajedrez en el marco del currículo escolar

 por Uvencio Blanco Hernández

Venezuela. Comisión Mundial de Ajedrez para las Escuelas FIDE Entrenador y organizador.


Recientemente participé en una discusión relativa al tema de la incorporación del ajedrez a las escuelas. Un tema sobre el que han corrido ríos de tinta de todos los colores y texturas, un tema sobre el cual no nos hemos puesto de acuerdo. En la presente nota, intentaré una primera aproximación sobre este interesante asunto que involucra la enseñanza y el entrenamiento tempranos del ajedrez en las escuelas y colegios de los distintos continentes. | Foto: Andrew Trattner

El currículo, siempre polémico

Recientemente participé en una discusión relativa al tema de la incorporación del ajedrez a las escuelas. Un tema sobre el que han corrido ríos de tinta de todos los colores y texturas; un tema sobre el cual no nos hemos puesto de acuerdo; en particular, en cómo abordarlo.

Expresaba a algunos de los colegas presentes, entre los que se encontraban los maestros internacionales y entrenadores del ajedrez venezolano Antonio Palacios Lanza y Juan Armando Rohl, que, en principio, dicho proceso —aspiración de la mayoría de los ajedrecistas del mundo— parte de un criterio político, aunque no necesariamente político-partidista.

Ocurrió que algunos de los presentes consideran que líneas políticas provenientes de la Carta Magna de nuestros países, tienen poco o nulo efecto sobre el diseño curricular. Claro error de concepto. Precisamente, este es uno de los hechos que, al no ser tomado en cuenta, retrasa o impide la aprobación de propuestas de ajedrez educativo para nuestros sistemas nacionales de enseñanza.

En la presente nota, intentaré una primera aproximación sobre este interesante asunto que involucra la enseñanza y el entrenamiento tempranos del ajedrez en las escuelas y colegios de los distintos continentes.

La Carta Magna, la matriz

Por experiencia profesional, sabemos que hablar sobre currículo escolar es asistir a la confrontación de conceptos y visiones no siempre coincidentes; discusiones que en ocasiones se presentan difíciles de manejar; sobre todo si tenemos en cuenta que en nuestro mundo la diversidad política, filosófica y religiosa es muy diversa.

Que cada país tiene una Carta Magna a partir de la cual emanan los demás cuerpos legales como la Ley de Educación, la Ley de Salud, la Ley del Deporte, etc. Instrumentos jurídicos que se expresan a través de reglamentos especiales, siempre en línea con la Constitución Nacional y el pensamiento político-económico dominante. Esa es la realidad.

Además, hay quienes consideran que la construcción del currículo escolar es un coto de caza reservado exclusivamente para unos pocos expertos, sobre los cuales descansa el conocimiento y la habilidad para ponerlo en práctica.

Ante este criterio consideramos necesario el debate plural y participativo, lo más amplio y democrático posible, aún en ambientes propios de regímenes totalitarios y de pensamiento único. De allí que estimo válido lo dicho por Rivas (2019) respecto a:

Lo que se enseña y lo que se aprende no puede ser decidido por unos pocos ni de una sola vez: requiere diversas conversaciones abiertas, sinceras y desafiantes. Requiere adultos y jóvenes – porque en estas conversaciones también deberían estar presentes los estudiantes– que se hacen buenas preguntas y tienen el coraje de indagar sus respuestas.

Aún más precisa es la concepción de Dessel (2006), cuando afirma que si algo necesitamos es más conversación y más pluralidad sobre el currículo escolar.

El debate público sobre el currículum puede enriquecer la vida democrática de nuestras sociedades y asegurar transiciones al cambio que acomoden mejor las expectativas y tradiciones culturales de diferentes grupos.

Cuando digo que el currículo parte de una idea o criterio político, me refiero a que una asignatura dada, digamos Ajedrez del primer grado de la Escuela Primaria o Elemental, está inscrita en un currículo determinado, previamente caracterizado y definido. En este caso, en el correspondiente al primer grado de Educación Primaria, etc.

El currículo visto como herramienta

Aunque la definición de currículo ha variado significativamente en los últimos 125 años, estimo que podemos concordar que se trata de una herramienta de trabajo de tipo didáctica que, al ser utilizada adecuadamente por parte del docente, contribuye a la formación integral del educando. Esta herramienta representa al conjunto de las asignaturas, planes, programas de estudio y metodologías que tienen como propósito aportar una formación más amplia y completa para los educandos, pero que, además, su acción contribuye a la identidad de una nación, región y localidad.

En relación con qué debemos aprender, Dussel (2020) afirma que:

En el currículo encontramos siempre una doble aspiración, la de transmitir unos valores, una herencia y una cultura que consideramos valiosa, pero también la de equiparnos para transformar esa misma sociedad.

El currículo representa o debería representar aquello que valoramos colectivamente, pero también nuestros deseos para el futuro. El currículo es al mismo tiempo conservación y transformación, sujeción a la tradición y promesa de liberación. Es un instrumento de transmisión, pero también de oposición y protesta. El currículo es pasado, pero está orientado hacia el futuro. Recoge el legado de las generaciones anteriores y expresa nuestros sueños para las generaciones futuras.

Adicionalmente debemos tener en cuenta que todo currículo incluye recursos humanos, didácticos, infraestructura, materiales y tecnología necesaria y estar en línea con el proyecto educativo local.

Por otra parte, la investigadora Castro Jiménez (2018), considera que:

Todas las actividades que se plantean en el ejercicio educativo, especialmente al interior de las instituciones, deben apuntar a que los educandos vivan la política, a ir más allá de sólo cumplir con requisitos legales establecidos por el Ministerio de Educación; porque la práctica política en la escuela es un eje transversal que potencia el desarrollo de habilidades y competencias al dar herramientas para la resolución de conflictos o situaciones problemáticas propias de la cotidianidad.

Considera, además, que el ejercicio público y activo de la política es un pilar fundamental y que hace parte de la historia e identidad de las prácticas pedagógicas de los docentes, quienes lo transmiten a sus estudiantes, motivándolos a visualizarse como sujetos que deben, pueden y ejercen su ciudadanía, asumiendo una postura crítica que les permita ir más allá, generando compromisos y responsabilidad social con su entorno inmediato para que al salir de la escuela sean una generación que haga parte de la solución y no uno más del montón que no le aporte nada a la sociedad.

El currículo constituye el elemento central en los esfuerzos educativos de los países y, para muchos, es su elemento más importante. Esta realidad, la derivada de la acción de la política (o ideología dominante) plasmada a través del corpus legal de una nación y operacionalizada mediante las llamadas “políticas educativas” del gobierno de turno, debe asumirla el ajedrez si aspira formar parte de los currículos de las distintas naciones afiliadas a la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), a través de sus federaciones nacionales de ajedrez.

Es decir que, independientemente del propósito con el cual generemos propuestas de innovación educativas basadas en el ajedrez, esta disciplina deportiva está obligada a hablar el mismo lenguaje de la escuela, que los docentes y administradores del ajedrez deben hablar el idioma de la escuela y conocer sus símbolos, códigos y significados más importantes inscritos en lo que denominamos currículo.

Con esto quiero significar que el diseño y propuesta de un programa de ajedrez educativo para una escuela de Canadá, España o Brasil no puede estar basado en lineamientos político-ideológicos-económicos propios de naciones como Rusia, China o Corea del Norte. Y viceversa.

Currículo, diversas interpretaciones

Ahora bien, el currículo escolar en el cual aspiramos insertar al ajedrez, puede ser entendido de diversas maneras. Por ejemplo, los autores Giménez Sacristán y Ángel Pérez, coinciden en que el currículo puede ser abordado desde cinco perspectivas diferentes y coincidentes entre sí. Veamos:

  • Currículo como estructura organizada de conocimientos: Se basa en la fuente epistemológica, y entiende que el currículo es un conjunto de contenidos que se organizan según la estructura de la disciplina que se imparta.
  • Currículo como sistema tecnológico de producción: Se trata de un conjunto de objetivos que expresan conductas que el alumno debe alcanzar tras nuestra intervención educativa.
  • Currículo como plan de instrucción: Se entiende que el currículo es un conjunto de conocimientos que elaboran los técnicos y que aplican los maestros (sirve para instruir a los alumnos).
  • Currículo como conjunto de experiencias de enseñanza y aprendizaje: Es la manera de entender el currículo más cercana al definido en nuestra ley orgánica de educación.
  • Currículo como instrumento de solución de problemas: Integra las cuatro concepciones anteriores, y cree que el currículo debe ser un instrumento que oriente la práctica docente teniendo en cuenta cada situación.

A manera de conclusión y para reafirmar la conexión entre política y currículo escolar, quisiera apoyarme en Biesta y Priestsley, quienes enfatizan sobre “cómo la política y la práctica curricular están fuertemente influenciadas por argumentos económicos; por un aumento del control político a nivel nacional y supranacional sobre los sistemas educativos; y por un énfasis continuo y creciente en los resultados medibles y la rendición de cuentas”.