Una jugadora por cada diez hombres, y solo una entre los cien mejores, pero la tendencia es positiva.
Por Leontxo García
La china Yifán Hou, única mujer entre los cien mejores ajedrecistas del mundo. |
Niñas y niños de
tres a cinco años con quienes se emplea el ajedrez, combinado con música y
danza, como herramienta pedagógica en un tablero gigante de suelo. Es una
tendencia muy exitosa en educación innovadora. Y también puede aclarar si la
enorme diferencia (diez a una) entre hombres y mujeres en un deporte donde la fuerza
física no influye (la resistencia, sí) es genética o fruto del machismo.
Lo he visto en
escuelas de Bogotá, Montevideo, San José de Costa Rica, Zaragoza, Madrid,
Valencia, Tenerife, Budapest, y me consta que se utiliza en muchos centros de
Andalucía, Cataluña, Argentina, México, Italia, Alemania, Dinamarca… Las
maestras (en esa etapa, casi siempre son mujeres) están muy satisfechas:
el ajedrez mezclado con música permite
trabajar elementos educativos esenciales: lateralidad, psicomotricidad,
geometría elemental, atención, memoria, concentración, respeto por las normas y
los compañeros, control del primer impulso… Y el ajedrez es cotidiano para esas
niñas.
Por tanto, regalar un tablero y unas piezas (o un vídeo o programa de iniciación) a una niña ya no será tan raro en esas ciudades como obsequiar a un niño con una muñeca. Aún hoy, el ajedrez tiene una etiqueta de masculinidad en la mayoría de los países. Es probable que eso influya en lo que ocurre al llegar a la adolescencia: las niñas se alejan del ajedrez mucho más que los niños. Y si hablamos de ajedrez como deporte de alto nivel (no como pasatiempo), lo que no se progresa entre los 12 y los 18 es poco menos que irrecuperable.
Ahora bien, las
tres hermanas húngaras Polgar también fueron
adolescentes, y sus resultados son históricos: la menor, Judit, retirada en
2014, es la única mujer que ha estado entre los diez mejores del mundo (varias
veces entre 1998 y 2005; sus hijos nacieron en 2004 y 2006); Susan, la menor,
fue campeona del mundo femenina; y Sofía logró resultados muy brillantes frente
a hombres hasta que decidió, a los 19, que no quería ser jugadora profesional.
Ninguna de las tres fue nunca al colegio, excepto para los exámenes, porque sus
padres, graduados en pedagogía, las educaron en casa, con el ajedrez como una
asignatura más. ¿Qué ocurriría si todas las niñas del mundo lo tuvieran
incluido en su currículo escolar?
La china Yifán Hou,
única mujer hoy entre los cien mejores del mundo (79ª a los 27 años), es
también muy peculiar, de talento enorme, como el de Judit; de hecho, logró en
2012 el mejor resultado de una mujer en la historia, en Gibraltar (el torneo
abierto más duro del mundo), donde terminó segunda. Pero el ajedrez no es su
prioridad: tras graduarse en Oxford en Relaciones Internacionales, trabaja como
catedrática en la universidad de Shenzhen (China).
China, donde el
ajedrez llegó a estar prohibido durante la desgraciada Revolución Cultural (1966-1976),
superó en los años noventa la hegemonía femenina de Georgia (el ajedrez era una
pasión nacional en toda la Unión Soviética, desintegrada en 1991, pero sobre
todo en ese país caucásico), donde, desde la Edad Media, la dote nupcial
incluía un tablero y unas piezas. Sus jugadoras más brillantes son heroínas
nacionales, y la diferencia de categoría entre ellas y sus mejores compatriotas
masculinos es menor que en casi todo el resto del mundo.
Anya Taylor-Joy, en un plano de uno de los capítulos de la serie 'Gambito de dama'.NETFLIX |
En la Edad Media, jugar al ajedrez era la mejor excusa para que un varón de clase alta entrase en los aposentos de una dama. Pero tal igualdad se fue perdiendo en los siglos posteriores, cuando el lugar más habitual del ajedrez eran los cafés, donde las mujeres no solían entrar. La ilustración más famosa de esa discriminación es el caso de la famosa ajedrecista alemana Sonja Graf, se disfrazaba de hombre para que la dejaran jugar.
Gracias al bombazo de Gambito de
Dama, la serie más vista en la historia de Netflix,
la demanda de ajedrez por parte de mujeres se ha disparado. Cada vez más países
se plantean eliminar los campeonatos nacionales femeninos, como ha hecho
España. El inconveniente es el escaso estímulo de ser campeona tras quedar, por
ejemplo, la 25ª del torneo absoluto. Los Europeos y Mundiales (desde sub 8 a
sub 20, y adultos) se dividen en “abiertos” (pueden participar las mujeres que
lo deseen) y “femeninos”.
Si nos atenemos al
rigor científico, debemos esperar a que las diferencias entre el cerebro
masculino y femenino se establezcan con total claridad. Podría descubrirse que
los hombres están más dotados para ciertas actividades, y las mujeres para
otras. Pero, con la información disponible hoy, mi resumen de todo lo explicado
en este artículo es una sola palabra: educación.