Carlsen derriba a Nakamura en la muerte súbita del día D
El campeón gana su propio circuito de cinco torneos rápidos con mucha mayor dificultad de la esperada
Por Leontxo García
Magnus Carlsen, durante la entrega de premios del Mundial de Londres, en 2018David Llada/Chess24
Si Magnus Carlsen o Hikaru Nakamura padeciesen alguna enfermedad
coronaria, habrían fallecido hoy, en la gran final de un circuito de
torneos rápidos por internet durante cinco meses. El noruego se ha
impuesto (por hacer tablas con las piezas negras) en la muerte súbita
de la 7ª y última manga a un rival durísimo, el estadounidense Hikaru
Nakamura, quien le tumbó en la 1ª (2,5-1,5), 3ª (3,5-2,5) y 5ª (4-3). El
escandinavo, vencedor de la 2ª (3,5-2,5), 4ª (2,5-1,5) y 6ª (3-1),
cobra 140.000 dólares (117.331 euros) y se reafirma como uno de los
mejores ajedrecistas de todos los tiempos. El americano, su gran rival
en las modalidades rápidas, se lleva 80.000 (67.046). El total de
premios de la serie es un millón de dólares (843.623 euros).
“Este desenlace es poco menos que aleatorio, y la verdad es que en
este momento no sé qué decir. Cuando he perdido la primera partida del
desempate relámpago, me sentía como un gnomo, ya no me importaba nada.
Pensaba en jugar la otra partida como fuera, y que acabase todo. Pero
luego he sacado la energía de donde no la tenía, y así he forzado la muerte súbita”.
A pesar de estar teóricamente en uno de los momentos más felices de su
carrera, Carlsen estaba apagado. Y añadió: “Nakamura ha mostrado una
resiliencia impresionante, y yo no he podido aprovechar al máximo sus
puntos débiles”. Y, de pronto, vio la luz que alumbraba el factor clave:
"Desde la segunda partida de hoy estoy terriblemente cansado, deseando
que todo termine".
Sería muy interesante que Nakamura explique la causa de lo que a
todas luces fue su gran error de hoy, como resaltó el gran maestro
húngaro Peter Leko, uno de los comentaristas de Chess24, el portal
organizador del circuito: empezar la partida inicial con e4, a sabiendas
de que Carlsen le invitaría a entrar en variantes de la Apertura
Española que llevan a un juego muy posicional, donde el noruego es poco
menos que invencible. Aunque Nakamura haya mejorado mucho en ese ámbito,
su propia experiencia debería indicarle que la mejor baza para él
frente a Carlsen es llevar la lucha al barro, a las refriegas tácticas,
al cuerpo a cuerpo.
Ocurrió lo previsible. Nakamura tenía un buen caballo próximo al
monarca rival, pero sin apoyo de otras piezas para atacar, y un centro
sólido, de momento. Carlsen disponía de dos ventajas a largo plazo,
cuando la posición se abriera: un alfil y un rey más protegido que el
del americano. La posición se abrió, esa dama presionó al rey en
diagonal y el alfil se comió un peón que acabó siendo decisivo. Poco
antes de rendirse, Nakamura hacía gestos muy pronunciados de estar poco
satisfecho de sí mismo. Y tenía poderosas razones.
Hikaru Nakamura, hace un año en el Club de Ajedrez de San Luis (Misuri, EEUU)Saint Louis Chess Club/Crystal Fuller
Desde el prisma del campeón del mundo, lo que se presentaba como uno
de los días más difíciles de su carrera podía convertirse de pronto en
una simple faena de aliño, gracias a esa victoria inicial, relativamente
fácil. Con blancas en el segundo asalto, ya no necesitaba enredar el
tablero ni arriesgar en porfía de la victoria. De modo que él también
salió con e4, a la espera de que fuese su rival quien intentase provocar
incendios con las piezas negras.
Nakamura prescindió esta vez de la habitual Apertura Española y optó
por la Defensa Siciliana, en busca de guerra y posiciones de doble filo.
Pero Carlsen no estaba para reyertas y eligió una de las variantes más
sólidas y menos ambiciosas para las blancas. Tras el 15º lance, el
estadounidense disfrutaba de una situación ideal para no perder:
posición cómoda y cinco minutos de ventaja en el reloj. Pero necesitaba
ganar, y todo indicaba que el escandinavo tenía recursos de sobre para
empatar, como de hecho ocurrió. En realidad, fue Nakamura quien acabó
luchando para hacer tablas.
Y ahora tenía que ganar con blancas, sí o sí, porque hacerlo con
negras en el cuarto asalto sería aún más difícil. Ni siquiera esa
necesidad lo convenció para elegir una apertura rara: repitió la
Española. Tal decisión solo podía justificarse si su entrenador había
preparado con urgencia alguna idea muy concreta. Así fue: Nakamura
volvió a plantar su caballo contra el rey de Carlsen, pero esta vez
apostándolo todo a ese ataque, lo que daba mucha más lógica (y riesgo) a
su elección.
Además, ya fuera por un deseo de triunfar a lo grande o porque
concluyó que era su mejor opción, Carlsen planteó el contrataque como
defensa, elevando aún más los niveles de complicación y riesgo para
ambos. Era un lodazal, con un importante matiz añadido: cuando el
tablero empezó a incendiarse, Carlsen tenía siete minutos menos en el
reloj. Justo ahí, en la jugada 21, el campeón cometió un error grave.
Nakamura no lo aprovechó en primera convocatoria, pero sí en la segunda
-tras otra imprecisión del noruego-, y así logró una victoria agónica,
que le mantenía muy cerca de lograr el triunfo más importante de su
vida.
Nakamura
ganó la 3ª partida, e igualó el marcador, con 29 Dc3! Ta8 30 Txb1
axb1=D 31 Dxe5, y Carlsen abandonó en vista de 31 ..Ce6 32 Ad4, con mate
inevitableChess Base
¿Podría el campeón encontrar el punto intermedio entre el riesgo y la
sangre fría en el cuarto asalto? La situación era, en cierto modo,
nueva para él, acostumbrado a machacar en los duelos que empieza
ganando. Y además era el día D, sin segundas oportunidades.
Lo que decidió fue muy sensato, y acorde con las circunstancias.
Eligió la Apertura Inglesa (1 c4), y en su 16º lance planteó un cambio
de damas que, salvo catástrofe, dejaba un escenario limitado y sin
apenas riesgo: victoria blanca o tablas. Pero hete aquí que cuando
Carlsen empezaba con su plan de un largo masaje posicional para explotar
su mínima ventaja, cometió una imprecisión. Nakamura captó el fallo de
inmediato, obró en consecuencia, y ya no había ventaja alguna de nadie:
un peón de más para el americano, pero compensado por un buen juego de
piezas del escandinavo.
Quedaba un asunto por resolver: si la mejoría de Nakamura en el
manejo de posiciones tranquilas sería suficiente para resistir en esa
ante un campeón sediento de sangre. A fe que Carlsen probó todos los
caminos para engañar a su rival, pero este se mantuvo muy firme y
arrancó un empate de oro, que llevaba el combate a la modalidad donde él
brilla más (es el número uno del mundo): dos partidas relámpago, con cinco minutos iniciales por bando y tres segundos adicionales tras cada movimiento.
Nakamura volvió a acertar en el planteamiento -se desvío en la sexta
jugada de partidas anteriores-, y al subidón de adrenalina por haber
llegado al desempate añadió una ventaja objetiva en el tablero, porque
Carlsen, sorprendido, no encajó bien el golpe. El estadounidense generó
entonces la mayor de sus hazañas durante todo el circuito: ganar a
Carlsen sin meterse en el barro apenas, en una posición donde lo más
importante era una técnica impecable.
Pero aún le quedaba un obstáculo para héroes: no perder ante uno de
los mejores ajedrecistas de la historia cuando él necesita ganar a vida o
muerte. Carlsen repitió la Apertura Inglesa, pero no logró ventaja,
porque Nakamura estaba sembrado, y además se quedó con solo un minuto,
por dos de su encendido adversario. El campeón siguió apretando, y por
fin logró una pequeña ventaja, y además los relojes se igualaron. En uno
de los momentos más tensos de su vida, Nakamura no estuvo fino. La
ventaja se hizo muy grande, y esta vez Carlsen logró ponerse en modo
máquina para hacer jugadas precisas con muy pocos segundos disponibles,
hasta que Nakamura se rindió con una sonrisa, porque no podía creer lo
que le acababa de ocurrir.
De modo que cuatro meses de durísima competición se iban a resolver en una muerte súbita
(cinco minutos para las blancas, obligadas a ganar, y cuatro para las
negras, sin incrementos adicionales). Carlsen tenía el derecho a elegir
color por haber ganado la fase previa, y prefirió las negras, porque no
estaban las cosas para más heroicidades. El desafío era así aún más
hercúleo para quien aspiraba a derrumbar al multicampeón.
Otra Española, pero esta vez con ambos monarcas enrocados en el lado
contrario al habitual. Teniendo en cuenta la velocidad endiablada, los
primeros treinta lances de Carlsen estuvieron cerca de la perfección.
Sin embargo, tenía medio minuto menos, y eso podía ser decisivo. Además,
las tornas cambiaron, y Nakamura logró clara ventaja. Pero entonces,
como si todos los dioses hubieran decidido por unanimidad ayudar a la
deidad viviente del ajedrez, Carlsen logró montar una fortaleza
defensiva que le permitía producir jugadas a toda pastilla, sin apenas
pensar, lo que le permitió igualar el tiempo. Y así logró las tablas que
equivalían a uno de los triunfos más sufridos y trepidantes de su
carrera.
Parte del dinero recaudado por Chess24 y por los jugadores durante el circuito Magnus Carlsen será donado a Kiva, una organización que recauda fondos
para financiar microcréditos a personas o comunidades necesitadas de
todo el mundo. Todo indica que esa idea es muy acertada cuando el
ajedrez ha sido el único deporte que no se ha paralizado durante la
pandemia sino todo lo contrario, atrayendo por internet a gentes de
procedencia y perfil muy variados. Promover masivamente un deporte que
enseña a pensar, cuando parece que quienes dirigen el mundo han dejado
de hacerlo correctamente, no puede ser malo.