Un portento con mente de hielo
El ruso Kariakin, de 26 años, retará a Carlsen en noviembre tras ganar el Torneo de Candidatos
Serguéi Kariakin, durante una de las partidas del Torneo de Candidatos, hace unos días en Moscú. //World Chess |
Nadie ha batido aún la hazaña que logró a los 12 años y 7 meses:
ser gran maestro (máximo título en ajedrez). Casi tres lustros después,
el ruso Serguéi Kariakin será el retador del campeón del mundo, el
noruego Magnus Carlsen, del 10 al 30 de noviembre en Nueva York, tras
ganar ayer el Torneo de Candidatos en Moscú. Su principal virtud es una
mente helada, que aguanta máximas tensiones.
Pocos minutos después de doblegar al estadounidense Fabiano Caruana en
la partida decisiva, Kariakin exhibió su memoria tras saludar al enviado
especial de EL PAÍS: “Cuando tenía 12 años, le dije en una entrevista que sería
campeón del mundo a los 16, en plena inconsciencia infantil. Lo puedo conseguir
a los 26, en plena madurez. No está mal”.
A los cinco, Serguéi ya sabía jugar al ajedrez en Simferópol (península
de Crimea, entonces perteneciente a Ucrania); le había enseñado su padre, empresario,
a petición del niño, impresionado por un reportaje que vio en la televisión.
Pero no sabía escribir, así que no podía apuntar las jugadas. Por esa razón,
los participantes de un torneo local en 1995 tuvieron que reunirse para votar
si permitían competir al prodigioso Kariakin. Éste fue admitido, y celebró su
primera victoria saliendo de la sala con volteretas acrobáticas, otra de sus
aficiones infantiles, junto al fútbol, el tenis de mesa, las novelas de Agatha
Christie y Sherlock Holmes, y los juegos de estrategia en el ordenador.
Su madre, Tatiana, profesora especializada en deportes, no sabe si su
hijo es un superdotado porque nunca le han hecho una prueba de inteligencia.
“Siempre vi que mentalmente era muy maduro para su edad, sobre todo por la
seriedad ante el tablero. Fuera de él fue un adolescente alegre, aunque tímido,
y se parecía más a un chico normal. Creo que el ajedrez desarrolló una
inteligencia innata que ya era alta”. El talento de Kariakin es inmenso, lo que
casi le garantizaba un futuro de esplendor, porque desde los 12 años asombraba
por su virtuosismo estratégico y no sólo por su eficacia táctica, algo muy raro
entre los niños. Por eso, las quinielas sobre futuros campeones del mundo
siempre le han incluido desde entonces.
Sin embargo, comparado con el meteoro Carlsen, su progresión siempre fue
más lenta, y se vio frenada en 2009, cuando hubo varios cambios simultáneos e
importantes en su vida, demasiados para que su rendimiento deportivo no se
viera afectado: emigró de Ucrania a Moscú, se hizo ruso, se casó (con la
maestra internacional Kateryna Dolyíkova) y fue asignado a Yuri Dojoián, el ex
entrenador de Gari Kaspárov.
Ahora su vida es muy estable, y quizá esté ahí la clave principal de su
triunfo en un Torneo de Candidatos durísimo, una liga a doble vuelta frente a
otros siete astros del tablero. Kariakin es padre de un niño de tres meses
(fruto de su segundo matrimonio, con Galia Kamálova, también ajedrecista)
y, además del dinero que gana en torneos y exhibiciones, tiene dos
patrocinadores, así como el apoyo del mecenas ruso Andréi Filátov, lo que le
permite, por ejemplo, concentrarse con su equipo en Dubái, aunque siempre ha
considerado a España como uno de sus países favoritos. Ahora está por ver cómo
aguantará la enorme presión sobre sus hombros del deber patriótico. En el país
más grande del planeta, el anhelo por volver a tener un campeón del mundo de
ajedrez está encabezado nada menos que por el presidente Putin. Palabras
mayores.
Fuente: www.elpais.com