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26 noviembre 2013

Campeonato del Mundo

“La experiencia está sobrevalorada”



Carlsen, con la corona de laurel de los campeones. / Manjunath Kiran (AFP)




Entre Gari Kaspárov (Bakú, Azerbaiyán; 1963) y Magnus Carlsen (Baerum, Noruega; 1990) únicamente hay dos puntos de conexión, pero muy fuertes: infinito amor por el ajedrez y enorme potencia mental. El ruso es pasión en combate, se marca objetivos grandiosos y fue número uno durante 20 años seguidos (1985-2005) con una disciplina militar. El noruego exhibe la eficacia de una computadora, tiene los pies en el suelo, disfruta de lo simple y trabaja si le apetece.

Se entiende que Carlsen solo aguantara año y medio con Kaspárov de entrenador. O que el comportamiento de ambos tras lograr el título mundial a la misma edad, 22 años, sea tan distinto. El 9 de noviembre de 1985, Kaspárov habló con la prensa gran parte de la noche. El pasado viernes, tras tumbar al pentacampeón indio Viswanathan Anand por 6,5-3,5, invicto, Carlsen amaneció jugando al póquer con su séquito, e invirtió el sábado y el domingo en partidos de fútbol y baloncesto con los informadores noruegos, sin dar una sola entrevista larga. Ayer, por fin, tras recibir la tradicional corona de laurel de los campeones, así como un millón de euros, y aguantar la marabunta de medio centenar de camarógrafos y fotógrafos indios que por poco se lo comen, se sentó con EL PAÍS, The Hindu y Frankfurter Allgemeine.

Mi consejo a los padres de jóvenes talentos es que no les presionen
Pregunta. ¿Qué es peor para usted, trabajar intensamente con Kaspárov o atender a los periodistas?
Respuesta. Es verdad que no he cooperado mucho con ustedes desde el viernes, pero se debe a que estaba exhausto después de tanta presión.
P. Cocodrilo con chip. ¿Acepta esa definición?
R. Sí, está bien, y supongo que sonará bien en español. Mi animal favorito es el cocodrilo, tumbado al sol mientras observa a sus presas y nadie le ataca.
P. Pero lo del chip conlleva cierta contradicción. Usted dice que se entrena con ordenadores mucho menos de lo que se cree. Pero también admite que tiene una supercomputadora, a la que accede cada día desde su portátil.
R. Cierto, pero quienes trabajan con la supercomputadora son mis ayudantes. Es decir, yo primero analizo las ideas básicas de una posición, sin máquinas, y les doy instrucciones. Ellos me pasan después las variantes que han analizado con las máquinas, y yo entonces las estudio más a fondo. En eso me diferencio de Anand, partiendo de la base de que ahora soy mejor jugador que él. Por tanto, él, con ayuda de las computadoras, prepara variantes de apertura [primeros movimientos de una partida] que le den ventaja, jugándolas de memoria. Yo busco ideas que me permitan salirme de los caminos trillados, para evitar que él pueda lograr esa ventaja, que no le sirva lo que ha memorizado. Me conformo con lograr una posición igualada tras la apertura, y a partir de ahí empezar a presionar.
P. Esa manera de enfocar la preparación de las aperturas es insólita entre la élite. ¿Se considera un revolucionario del ajedrez?
R. Un poco, sí. Pero desde que las computadoras de ajedrez se volvieron muy fuertes hay una cierta tendencia de otros jugadores a evitar las jugadas más recomendadas por las máquinas y buscar otros caminos, aunque logren menos ventaja. Y como es obvio que yo soy más fuerte que la mayoría en el medio juego y en el final [posiciones con pocas piezas], no me importa pagar el precio de llegar al medio juego sin ventaja.
P. ¿Por qué no quiere revelar los nombres de sus analistas? ¿Es una decisión de usted o de ellos?
R. Mía, porque dentro de un año tengo que defender el título, y prefiero mantenerlos en secreto. Pero quiero dejar muy claro que estoy sumamente satisfecho de su magnífico trabajo.

Soy un poco revolucionario. No me importa llegar al medio juego sin ventaja
P. ¿Cuáles han sido las claves de su victoria sobre Anand?
R. Su gran experiencia se vio en las tres primeras partidas, cuando yo estaba nervioso. En ese momento me adapté y empecé a cumplir con mi guion: hacer 40 o 50 jugadas buenas en cada partida, durante horas, no aceptando el empate aunque la posición estuviera igualada. Yo sabía que Anand no podría aguantar tanta presión, que se derrumbaría al menos en dos partidas, y que si yo jugaba a mi máximo nivel no perdería ninguna. La experiencia está sobrevalorada. Es verdad que Anand había jugado muchos duelos muy duros, pero cada uno tiene su propia historia. Tras lo muchísimo que me costó ganar el Torneo de Candidatos y llegar a ser el aspirante, llegué aquí dispuesto a vaciarme en cada partida, y al final ha sido más fácil de lo que esperaba.
P. Para ser número uno del mundo durante 20 años seguidos, Kaspárov tuvo que dar prioridad al ajedrez siempre sobre todo, incluidos sus hijos y su vida privada. ¿Se ve haciendo lo mismo?
R. Es muy difícil saber por dónde irá mi vida, pero tengo la intención de mantenerme siempre motivado, durante muchos años. Ahora bien, teniendo en cuenta que los últimos meses han sido solo ajedrez, lo que quiero ahora mismo es equilibrar un poco mi vida con otras cosas, y luego ya veremos.
P. ¿Cuánto le debe a su padre como campeón del mundo?
R. Mucho. Le estoy muy agradecido por cómo me educó, y por no presionarme cuando vio que, cuando tenía cinco años, a mí no me gustaba el ajedrez como a él. Mi consejo a los padres de jóvenes talentos de cualquier disciplina es que les traten como me trataron a mí, sin presiones, dejándolos en paz, pero estando cerca cuando haga falta.
P. ¿Siente la responsabilidad de contribuir a la promoción del ajedrez y su gran utilidad social como herramienta educativa?
R. Sin duda. Estoy ya implicado en ello, con diversas iniciativas. El ajedrez es maravilloso para los niños en un doble sentido, como deporte y por los enormes beneficios que ofrece como herramienta educativa.
P. Hace poco ha cambiado de domicilio, ya no vive en la casa de sus padres. ¿Cómo es la nueva? ¿Obtendrá el carné de conducir o contratará un chófer?
R. De momento solo me ha dado tiempo a llevar algo de ropa y algunos libros de ajedrez. Quiero sacar el carné el próximo verano, cuando tenga tiempo de estar en casa.

Fuente: www.elpais.com