Por: MF. Luis Fernandez Siles/Diario de un Entrenador
Hace unos días, al comienzo de una partida de un campeonato oficial me llevé una gran sorpresa. Mi rival, un joven sevillano, llegó al tablero unos segundos tarde, cuando el árbitro ya había iniciado las partidas.
"Perdón por el retraso" - se disculpó mientras nos estrechábamos la mano.
No me lo podía creer. Y yo que pensaba que era el único en este mundo que trata de estar puntual al comienzo y que, en el caso de que no lo consiga, pide disculpas. Casi le doy un abrazo.
Hace algo más de tiempo tuve una discusión con un monitor que, en ciertas ocasiones, instaba a sus alumnos a llegar tarde a la partida para tratar de desconcentrar al rival. Me explicó que algunos jugadores soviéticos habían hecho eso, incluso en campeonatos mundiales. Yo personalmente pienso que enseñar ese tipo de costumbres a los pequeños ajedrecistas no es una gran idea. Uno nunca sabe si al final eso puede perjudicarles más que ayudarles, y, en cualquier caso, no me parece una buena enseñanza, ni una actitud deportiva, ni un ejemplo a seguir. Que Kasparov lo hiciera no es una excusa, seguro que Kasparov ha hecho muchas cosas en su vida que no hay por qué imitar.
Hoy en día cada vez existe una preocupación mayor por el tema de la puntualidad. De hecho la FIDE ha incorporado nuevas normativas a este respecto, como la conocida por "tolerancia cero" en la que el jugador que llega un segundo tarde a la partida se encuentra un rosco en lugar de un tablero. Tal vez sea demasiado exagerado, pero tampoco parece adecuado que un alcalde inaugure un torneo en el que casi todas las mesas están vacías porque los jugadores no son puntuales.
De todas maneras me parece que los organizadores de los torneos y árbitros encargados de abrir la sala de juego deberían preocuparse porque los jugadores podamos encontrarla abierta un ratito antes, para que podamos sentarnos sin prisas, rellenar la planilla, etc...
Hace unos días en la primera ronda de un torneo, el club donde se jugaba se abría exactamente a la misma hora en que debía comenzar el torneo. Y unos días después, el mismo árbitro en el mismo torneo abría la sala dos minutos antes. Yo le comenté que abrir la sala 15 o 10 minutos antes del comienzo sería más adecuado. Su respuesta no tuvo desperdicio:
"Entiendo que tu interés como jugador es llegar temprano a la mesa, rellenar la planilla, concentrarte...pero mi interés es el de descansar hasta el último momento, y mientras las partidas empiecen puntuales no hay problema".
Por suerte, es el único árbitro del mundo que conozco que piensa así, y que antepone su siesta a que los jugadores podamos entrar en la sala con cierto margen de tiempo.