Por: MF. Luis Fernandez Siles
Recuerdo como mi buen amigo y buen G.M., Carlos Matamoros, del que tanto he aprendido acerca de la enseñanza en ajedrez las múltiples ocasiones que hemos viajado juntos a entrenar a jóvenes ajedrecistas andaluces, en cierta ocasión hablaba sobre el dolor tras la derrota.
“Sí tú has preparado bien la partida, has descansado adecuadamente la noche anterior, has luchado todo lo que has podido durante la partida y con todo eso pierdes, no tienes por qué sentirte mal. Has hecho lo que has podido y sencillamente nuestro rival nos ha superado.
Pero si no has preparado la partida porque no te apetecía, la noche anterior en lugar de descansar para estar fresco durante la partida decidiste acostarte tarde y durante la partida no has estado concentrado, sino levantado casi todo el rato mirando otras partidas o bromeando con otros jugadores…Podrás sentirte mal porque sabrás que podrías haberlo hecho mucho mejor.”
A pesar del entrecomillado la cita no es textual, sino más bien el recuerdo que yo tengo de ella.
El esfuerzo en ajedrez es un elemento más, antes y durante la partida. Sin embargo me llama la atención lo poco que se esfuerzan algunos jugadores durante sus partidas, probablemente sin haberse planteado nunca lo mucho que podría mejorar su rendimiento si lo hicieran.
En el caso de los más pequeños es un problema de desconocimiento. Durante la partida juegan sin pensar, respondiendo inmediatamente a la jugada de su rival sin gastar apenas unos segundos en recapacitar un poco. Muchos de ellos son estudiantes brillantes que superan sus metas escolares sin apenas esfuerzo y que llevan ganando partidas con facilidad desde prácticamente el momento en que se iniciaron. No asocian jugar al ajedrez con la obligación de realizar un esfuerzo. Que lo consigan, es un dura tarea que el entrenador no debe olvidar.