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29 agosto 2017

LA BITACORA DE LEONTXO

Un finlandés de 94 años con alzhéimer juega al ajedrez

El caso de Vilho Lifländer fortifica la hipótesis de que el deporte mental retrasa la demencia senil.




Vilho Lifländer, junto a su esposa, Eine, en su casa de Imatra (Finlandia)
Vilho Lifländer pide café a su esposa, Eine, en su casa de Imatra (Finlandia) porque no recuerda que hace sólo una hora han tomado uno juntos. Pero al mismo tiempo juega bien una partida de ajedrez con el periodista local Joakim Westren-Doll, descubridor de esta historia de gran interés científico. Una granada dejó sordo a Lifländer durante la guerra contra la URSS (1941-1944). Desde entonces, Eine y el ajedrez son sus dos grandes pasiones. Y ahora, sus vínculos principales con la vida real.

Las miles de partidas que Lifländer disputó en las trincheras de aquella guerra forjaron su principal defensa psicológica contra los efectos de la granada que le estalló muy cerca; aún tiene un trozo de metralla incrustado en el cuello, demasiado cerca del cerebro para ser extraído. Se casó con Eine en 1948, y ese mismo año fue uno de los socios fundadores del club de ajedrez de Imatra. Más tarde ascendió a la categoría de Maestro Nacional; o sea, es un aficionado de alto nivel.

El periodista Westren-Doll, del diario Imatralainen, visitó dos veces a Lifländer, una en el club y otra en su casa, y recuerda así sus impresiones mientras hacía el reportaje: “Tenía muchas dificultades para contestar a mis preguntas. Y no fue capaz de mencionar nombres de grandes jugadores, ni siquiera el de Bobby Fischer. Pero recuerda perfectamente a sus amigos de siempre, y sabe dónde está en todo momento. Además, aunque su fuerza como jugador haya disminuido, sus compañeros del club lo consideran todavía como un rival muy fuerte”.


El neurólogo Joe Verghese, del Instituto Albert Einstein, de Nueva York

El neurólogo Joe Verghese, del Instituto Albert Einstein, de Nueva York



Es probable que este caso tenga conexión con otro, publicado en la revista científica Neurocase en 2008. Un ajedrecista británico mostraba los primeros síntomas de alzhéimer, pero aún era autosuficiente. Siete meses después murió por causas ajenas a la demencia. La autopsia asombró a los neurólogos porque sus marcadores del grado de enfermedad ("patología de maraña neurofibrilar severa y extensa; adicionalmente, había pruebas de una severa angiopatía amiloide cerebral") correspondían a un enfermo en estado avanzado, cuando él parecía estar aún en una etapa inicial.

Ese caso fortificó la hipótesis surgida en estudios anteriores; como el de Wilson (revista Neurology, 2007), que establecía una relación inversa entre actividad mental y riesgo de alzhéimer. El más sólido —duró 21 años (1980-2001) e implicó a 469 personas mayores— es el del equipo del neurólogo Joe Verghese (New England Journal of Medicine, 2003), del Instituto Albert Einstein de Nueva York.

Fuente: www.elpais.com