Derrota por llegar un segundo tarde
Aumenta la indignación general contra la regla de la “tolerancia cero”
Leontxo García 
Tromso (Noruega)             
La ruandesa María Layola, de 11 años, llegó a Tromso (Noruega) muy 
orgullosa de defender el primer tablero de su país en la Olimpiada de 
Ajedrez femenina a tan corta edad. Dos días después lloraba de rabia por
 perder una partida sin jugarla: había llegado unos minutos tarde porque
 no encontraba su mesa entre la multitud. Desde 2008, la Federación 
Internacional (FIDE) aplica la “tolerancia cero”.
La indignación se extiende entre los más de 3.000 ajedrecistas de 180
 países que compiten o participan en el Congreso de la FIDE. “Absurdo”, 
“estupidez”, “barbaridad” y “tremenda injusticia” con las opiniones más 
suaves que este cronista recolectó ayer. Incluso el árbitro principal, 
el griego Panagiotis Nikolópulos, se mostró favorable a suavizar la 
norma, que ya ha costado media docena de derrotas por incomparecencia en
 esta Olimpiada.
La FIDE se puso tan dura en 2008 con dos objetivos: dar una imagen de
 deporte serio y facilitar el trabajo de los informadores gráficos, que 
sólo disponen de diez minutos para lograr imágenes desde que los jueces 
ordenan el inicio de las partidas. Muchos de quienes expresaron los 
calificativos del párrafo anterior añadieron el mismo matiz: la 
tolerancia cero es correcta en grandes torneos profesionales, donde el 
trabajo de fotógrafos y televisiones es muy importante; pero no tiene 
sentido aplicarla en todas las partidas de una Olimpiada, donde el 75% 
de los participantes vienen a pasar dos semanas de vacaciones y a 
disfrutar de su pasión por el ajedrez.
Numerosos incidentes ocurridos en las cuatro últimas Olimpiadas (son 
bienales) apoyan esa tesis: una jugadora corriendo por los pasillos, 
sorteando a periodistas, árbitros y delegados, que llega a su mesa 
apenas unos segundos tarde y pierde por incomparecencia. Otro que llega 
con tiempo de sobra, se quita la chaqueta, la deja en el respaldo de su 
silla, se va a tomar un café, se despista y ve que ya ha perdido la 
partida cuando vuelve. Un miembro de la selección de Gambia, el único 
que sabe manejar una computadora, que llega unos minutos tarde porque 
realizaba el obligatorio acto administrativo de registrar a todos los 
miembros del equipo… Por no mencionar lo que ocurre en campeonatos 
provinciales o regionales, donde alguien llega tarde por un atasco de 
tráfico o cualquier otro imprevisto.
En cambio, nadie ha castigado una conducta que sin duda causa mala 
imagen: por enésima vez desde 2006, el ruso Vladímir Krámnik y el 
búlgaro Véselin Topálov –ambos, excampeones del mundo- no se dieron la 
mano al iniciar este miércoles su partida de la quinta ronda, ni al 
terminarla tras una brillante victoria del ruso, en el primer tablero de
 un duelo estelar. Su odio mutuo nació en 2005, cuando varios grandes 
maestros cercanos a Krámnik acusaron sin prueba alguna a Topálov de 
haber hecho trampas (con ayudas ilegales de computadoras) en el Mundial 
de San Luis (Argentina). Un año después, Topálov pidió que se 
inspeccionase el baño que utilizaba Krámnik durante las partidas del 
Mundial de Elistá (Rusia) porque sospechaba que escondía en él algún 
artilugio electrónico. En su código de conducta, aprobado en 2007, la 
FIDE dice: “Todo jugador que no estreche la mano de su oponente (…) 
antes del inicio de la partida (…) la perderá de inmediato”.
En los torneos juveniles e infantiles, lo normal es que el árbitro 
jefe comience así cada ronda: “Buenas tardes a todos. Daos la mano y 
empezad las partidas”. En cambio, Nikolópulos no mencionó la 
obligatoriedad del saludo al iniciar la quinta ronda: “Recuerden que 
mañana [jueves] es día de descanso. Y que esta noche tenemos el 
tradicional Bermuda Party”, en referencia a una fiesta 
multitudinaria donde, por una vez, muchos ajedrecistas se desmadran y 
liberan la tensión acumulada durante tantas horas de concentración 
absoluta.
Fuente: www.elpais.com 
